San Carlos Borromeo, Obispo, patrono secundario de los Barnabitas

Memoria
El gran arzobispo de Milán debe considerarse como el segundo padre y fundador de los Barnabitas por la amistad, el aprecio y la ayuda que siempre manifestó hacia esta familia religiosa, sobre todo por su intervención calificada en la redacción y aprobación de las Constituciones en 1579. A su vez, los Barnabitas se destacaron como valiosos colaboradores y fieles discípulos en su actividad pastoral. También después de su muerte quisieron seguir sus huellas y honrar sus virtudes proclamándole patrono "secundario" de la Congregación en 1614.
  
De los "Discursos al clero" de San Carlos Borromeo, obispo.
(Pío Mauri, barnabita, S. Caroli Borromæi ad Clerum monita et incitamenta, Modoetiæ 1910, 54-58)

La Predicación de la Palabra de Dios.
Pastores de almas son los sacerdotes, y alimento de las almas es la palabra de Dios. ¿Tiene hambre el pueblo? La palabra de Dios es pan suavísimo de vida para que ustedes lo reanimen. ¿Se halla en tinieblas? La palabra de Dios es antorcha para los pies, luz para el sendero (Sl 118,105) para que dirijan sus pasos en el camino de la salvación. ¿Los enemigos lo apremian? La palabra del Señor es espada del espíritu, viva, eficaz y más cortante que espada alguna de dos filos (cfr Heb 4,12), para dispersar a los enemigos de la salvación y la verdad. ¿Languidece y está afecto de tristeza? La palabra de Dios es remedio saludable para que sanen todas sus enfermedades. ¿El pueblo padece necesidad? Es necesario recurrir a este alimento celestial; para todo es útil: a los que caen da vigor, fortalece a los débiles y levanta a los caídos. Finalmente, la palabra de Dios, como espíritu de vida, muestra la verdadera vida, la luz, la paz, el gozo, la justicia, verdad y, por tanto, al mismo Cristo.
Si alguna vez lo ponderan y piensan bien, es necesario que estén preparados para enseñar, argüir, corregir y para toda obra buena (cfr 2Tm 3,16) para transmitir "todo lo que es verdadero, noble, justo, limpio, hermoso, honrado y merece admiración y alabanza" (Fil 4,8). ¿Cómo es posible que poco se acuerden de su oficio y descuiden la predicación de la palabra? Es ella, por la que primero fue fundada la Iglesia, que Cristo encomendó a sus apóstoles y que a través de los apóstoles llegó a los obispos y éstos a los otros sacerdotes que desempeñan el oficio de edificar la Iglesia por la Palabra. Ustedes que son los "dispensadores de los misterios de Dios" (1Cor 4,1), ¿serán negligentes en la predicación de la Palabra, que es precepto de fe, espíritu de verdad y fundamento puesto por Cristo? "Conserva el depósito" (2Tm 1,15), escribe el Apóstol; conservándolo, o sea, predicándolo, ustedes a quienes se lo encomienda como a soldado de Cristo, deben usar el mayor celo. Es lo que impone la naturaleza de su oficio y requiere el cuidado de su grey, ordenan las prescripciones del Evangelio y sugieren las enseñanzas de los padres, además de necesitarlo la situación de la Iglesia. Si en la Iglesia se asoma alguna arruga, ésta debe imputarse especialmente a que la predicación de la palabra de Dios ha sido descuidada u olvidada por los que la tenían como misión.
Vean, pues, ¡qué grande es la obligación de la predicación que les es impuesta! Por amor de Cristo los exhorto y aconsejo: compensen en el futuro con todo celo y amor lo que descuidaron hasta ahora en este oficio.
Reconozcamos, pues, nuestra vocación; consideremos nuestro celo por las almas; abracemos este compromiso con seriedad; procuremos servir a las almas de palabras, con los ejemplos, exhortaciones, enseñanzas, gobierno y atento cuidado de la Iglesia. Llamen a los fieles a la mortificación, no sólo a través de nuestra conducta intachable, sino también a través de los gestos ordenados y las acciones externas, refrendadas por la modestia.