Un “yo” en entrega

“Es verdad que cuando uno debe tratar o emprender algo importante, tiene que pensarlo o meditarlo muy seriamente o, por así decirlo, debe rumiarlo cuidadosamente; pero, una vez ponderado bien el asunto por su cuenta, o pedido consejo, no debe vacilar más en poner mano en la obra, ya que lo que más se exige en la vida espiritual es la rapidez y prontitud”
(San Antonio María Zaccaria  carta 2)


    La indecisión y la incapacidad de acercarse a las reales necesidades del reino de Dios,  suelen presentar quiméricas motivaciones que muchas veces nos hacen asumir una postura pasiva ante el reino de Dios.
     San Antonio María, enseña que la irresolución es una mala hierba que impide al hombre alcanzar la cumbre de la perfección; él postula que una vez envuelto en sus cadenas, la persona no logra hacer el bien actual porque se queda muy “ocupada” mirando el venidero, a causa de ello, olvida “vivir y actuar en el presente”. Aquellos que optan por “tenerla como mascota”, son siempre inquietos, inconstantes y descontentos aun  cuando todo le va de maravilla. Pero, ¿qué hacer para no ser “rehén” de esta mala yerba? El joven Zaccaria, muy agudamente, nos hace algunas indicaciones: elevar la mente a Dios, pedir la inspiración Divina y buscar orientación con una persona que tenga madurez espiritual (SAMZ 10209).
En su camino espiritual, el cristiano debe proceder siempre con prudencia, pues nuestra realidad está marcada por ambigüedades que opacan la verdad de las cosas; no siempre es fácil descubrir cuál es el camino correcto. Sin embargo, San Antonio María alerta que “una vez ponderado bien el asunto por su cuenta, o pedido consejo, no debemos vacilar más en poner mano en la obra, ya que lo que más se exige en la vida espiritual es la rapidez y prontitud” (SAMZ 10210). En otras palabras, una vez reflexionado con seriedad, una vez contemplado el panorama global de nuestros emprendimientos y hecho un análisis profundo, es necesario salir del mundo de las ideas, sacar del papel nuestro plan de trabajo y poner mano a la obra. La praxis, iluminada por la contemplación y por el buen consejo, nos permite concretizar y dar forma a los auténticos  anhelos del corazón humano.
Grandes pensadores han señalado que el ser humano carga en su ser una realidad subjetiva que encuentra su desarrollo y su realización en un ámbito colectivo: somos un “yo” en diálogo con “tú”. En el contacto con el otro, me doy cuenta de lo que soy y de lo que no soy, me percato que mi existencia, mis derechos e incluso mis deberes tienen límites. En este sentido el ser humano puede afirmar sin titubeos: no soy un ser aislado, soy y estoy con la humanidad. Consciente de lo aludido, es de suma importancia resaltar que los logros de la humanidad son míos, son tuyos, son nuestras conquistas. Somos afectados por lo que pasa en nuestro entorno, por ende es necesario sacar los lentes del egocentrismo  y buscar otros que a lo mejor, para la ideología dominante estén obsoletos, pero sin sombra de dudas nos ayudará acercarnos a las reales necesidades del reino de Dios. Los grandes hombres y las grandes mujeres, fueron aquellos que se despojaron de la idolatría del “yo” y supieron con audacia y convicción nadar contra la corriente; a veces estar fuera de moda es la más pura expresión de la “creativa autenticidad renovadora”.    
     La falta de tiempo es una de las escusas más usadas en las comunidades “cristianas”. Logramos reservar ratos para charlar, chatear, dialogar temas estériles; somos y estamos siempre listos para hacer las cosas que nos complacen; no obstante, solemos ser tardos en contribuir al crecimiento de la comunidad.  Mirar los compromisos con Dios como algo secundario, es síntoma de que la tibieza atrapó nuestro corazón. Tal cual un cáncer, paulatinamente esta “mortífera enfermedad espiritual”, se va apoderando de todos los sitios del espíritu humano.
   Dios ama al hombre incondicionalmente y no lo hizo para que él se quede encarcelado en sí mismo. Somos invitados por nuestro Creador, a salir de nuestras comodidades e ir al encuentro de los demás, pues por naturaleza somos un “yo” en entrega.  Consecuentemente, no debemos permitir que la indecisión y las  falsas escusas nos impidan ser verdaderos amantes de Cristo, fervientes, solícitos y decididos. 

San Antonio María Zaccaria, ruega por nosotros.

Francisco M. Cavalcante Júnior
Religioso barnabita