El misterio de la Iglesia será el tema del nuevo
ciclo de catequesis del Papa Francisco durante la audiencia general de los
miércoles. "Un misterio -ha dicho- que todos vivimos y del que formamos
parte”. El Papa, que abordará este argumento a la luz de los textos del Concilio
Vaticano II, ha elegido hablar de la Iglesia como familia de Dios, partiendo de
la parábola del hijo pródigo que ilustra cual es el proyecto de Dios para la
humanidad.
En la catequesis el Santo Padre ha explicado que el
plan de Dios es “hacer de todos nosotros la única familia de sus hijos en la
que cada uno sienta su cercanía y su amor... el calor de ser familia de Dios.
En este gran diseño tiene su origen la Iglesia que no es una organización
nacida del acuerdo entre varias personas, sino... una obra de Dios que nace de
este amor y se realiza progresivamente en la historia”.
La Iglesia, ha explicado el pontífice “nace del
deseo de Dios de llamar a todas las personas a la comunión con Él, a su
amistad; todavía más a participar como hijos suyos de su misma vida divina. La
misma palabra "Iglesia", del griego ekklesia, significa
"convocación": Dios nos convoca, nos empuja a salir del
individualismo, de la tendencia a encerrarnos en nosotros mismos y nos llama a
ser parte de su familia. Y esta llamada parte ya de la creación. Dios nos ha
creado para que viviéramos en una relación de profunda amistad con él, e
incluso cuando el pecado ha roto esta relación con Dios, con los demás y con la
creación, no nos ha abandonado. Toda la historia de la salvación es la historia
de Dios que busca al hombre, le ofrece su amor, lo acoge. Él llamó a Abraham
para ser el padre de una multitud, ha elegido al pueblo de Israel para forjar
una alianza que abraza a todas las naciones, y envió, en la plenitud de los
tiempos, a su Hijo para que su designio de amor y de salvación se realizase en
una nueva y eterna alianza con la humanidad”.
Cuando leemos los Evangelios, “vemos que Jesús
reúne a su alrededor una pequeña comunidad que acoge su palabra, lo sigue,
comparte su camino, se convierte en su familia, y con esta comunidad prepara y
edifica su Iglesia”. Una Iglesia cuyo origen es “el acto supremo de amor en la
Cruz, del costado traspasado de Jesús, del que brotan sangre y agua, símbolo de
los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía. En la familia de Dios, y en la
Iglesia, la linfa vital es el amor de Dios que se concreta en amarlo a El y en
amar a los demás; a todos, sin distinción, ni medida. La Iglesia es una familia
en la que se ama y se es amado”. Y esa Iglesia se manifiesta como en
Pentecostés, “cuando el don del Espíritu Santo, llena el corazón de los
Apóstoles y les empuja a salir y ponerse en camino para anunciar el Evangelio y
difundir el amor de Dios”.
El Papa ha señalado que incluso hoy en día,
“algunos dicen: "Cristo sí, la Iglesia no", como los que dicen: Yo
creo en Dios, pero no en los curas. Pero es la Iglesia la que nos lleva a
Cristo y a Dios: la Iglesia es la gran familia de los hijos de Dios. Por
supuesto también tiene aspectos humanos y en los que la forman , pastores y
fieles, hay defectos, imperfecciones y pecados; también el Papa tiene, y
muchos; pero lo bonito es que cuando nos damos cuenta de ser pecadores
encontramos la misericordia de Dios que perdona siempre, no os olvidéis nunca;
nos perdona siempre y nos acoge en su amor de perdón y misericordia. Algunos
dicen que el pecado es una ofensa a Dios pero también es una oportunidad de
humillación para darnos cuenta de que hay algo mejor : la misericordia de
Dios”.
“¿Cuánto amo a la Iglesia? ¿Rezo por ella? ¿Me
siento parte de la familia de la Iglesia? ¿Qué hago para que sea una comunidad
donde todos se sientan acogidos y comprendidos, sientan la misericordia y el
amor de Dios que renueva la vida?”, ha invitado el pontífice a preguntarse a
todos los presentes y ha añadido que “la fe es un don y un acto que nos afecta
personalmente, pero Dios nos llama a vivir nuestra fe juntos, como una familia,
como la Iglesia”.
“Pidamos al Señor de una manera especial en este
Año de la Fe que nuestras comunidades, toda la Iglesia sean cada vez más
verdaderas familias que viven el calor de Dios y lo transmiten a los demás”, ha
concluido el Santo Padre.
Fuente: Servicio Informativo Vaticano