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La Orden de los Clérigos Regulares de San Pablo - Padres y Hermanos Barnabitas

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San Antonio María Zaccaria nuestro padre fundador

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Nuestra Orden Religiosa, en esta Provincia, tiene un itinerario de discernimiento que consta de algunas etapas

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Revista Renacer N° 97

Comunicamos a todos que la revista RENACER n° 97, de los Padres y Hermanos Barnabitas de la Provincia Chilena, ya está disponible para DESCARGAR (solamente en español) en ese enlace: Renacer n° 97

Revista Renacer N° 96

Comunicamos a todos que la revista RENACER n° 96, de los Padres y Hermanos Barnabitas de la Provincia Chilena, ya está disponible para DESCARGAR (solamente en español) en ese enlace: Renacer n° 96

María Madre de la Divina Providencia

Sábado anterior al tercer domingo de noviembre:

La devoción a la Virgen Madre de la Divina Providencia en nuestra Congregación empezó en 1732, cuando el pueblo romano comenzó a venerar la bonita imagen en la Iglesia de S. Carlo ai Catinari. El Papa Benedicto XIV, algunos años después, aprobó su culto litúrgico y la institución de una cofradía. Desde Pío VII a Juan Pablo II, numerosos Pontífices han querido manifestar personalmente su devoción. Es sabido, además, que el párroco P. Manini fundó un Instituto Religioso Femenino dedicado a su nombre, que el P. Semeria puso bajo su protección la Obra para los huérfanos de la guerra. El amor a María, Madre de la Divina Providencia, aún en nuestros días, es una característica de la familia barnabítica, que en todas partes del mundo ha construido templos, capillas, altares y casas en su honor.
De los "Escritos" del padre Juan Semeria, Barnabita.
(Mater Divinæ Providentiæ, noviembre 1922, pp. 372-375)

Madre de la Divina Providencia
Muchos hermosos títulos se le dan a la Virgen, en la mayoría de los casos fruto de la simple y espontánea piedad del pueblo, siguiendo esa teología amorosa que es el sensus fidei. Estos títulos emanan un calor de cariño, un perfume de franca bondad. Son poesía, luz, calor, manifiestan una verdad y la expresan eficazmente: esos títulos encierran toda una teología mariana. Al sólo repetirlos se renuevan, se fortalecen ideas y afectos.
Nuestro título nos introduce de lleno en la teología. Madre: es la síntesis de las grandezas de la "Madonna". Ella es "Madonna" por haber sido madre. ¡Madre de Jesucristo!, esto lo dice todo. De allí brota la grandeza humana de María. Una mujer alcanza la plenitud cuando es madre. Madre es el título más excelso de y para una mujer. Hasta una reina no llega a ser feliz si no es madre; y una madre tiene en la maternidad el secreto de la alegría y el orgullo que una reina no conoce. La madre es bendita entre las mujeres, como María es bendita entre las madres.
Ese nombre de madre expresa la grandeza divina de María. Más encumbrada que toda criatura, por ser madre de Jesús, hijo del hombre, hijo de Dios. La grandeza divina del Hijo se refleja en la madre. Es bendita entre las madres, es bendita porque el fruto de su vientre se llama Jesús, es Jesucristo.
María es madre de todos nosotros; madre en Jesús, universal, por eso única. El amor, la acción, el sacrificio de Jesús recorre el mundo, el tiempo, llega a los límites de la tierra, alcanza la eternidad. Y donde llega, donde se ensancha la acción, el amor, la caridad de Cristo, se ensancha el amor de la madre María.
Pero el título, el canto breve, la rápida, densa poesía continúa: de la divina Providencia, relacionando a María y, a través de esa relación llevándonos a nosotros al dogma fundamental no sólo del cristianismo, sino de toda experiencia religiosa, por muy elemental y pobre que ella sea: el dogma de la Providencia de Dios. Quien se acerque, quien simplemente quiere acercarse a Dios, dar un paso, aunque pequeño, pero sí un paso hacia Dios, no basta con que crea en su existencia, sino que es justo retribuidor de las obras del hombre, próvido en su sentido más fundamental y alto (cfr Heb 11,6). Cuando se cortan los puentes entre cielo y tierra, ¿qué importa que exista el cielo, qué nos importa a nosotros? Es por eso que San Pablo proclama que nuestra vida religiosa no es suficiente la fría y desnuda idea de un Dios: existe Dios. Es necesaria además, la cálida, luminosa benéfica idea de un Dios providente, que piensa en nosotros, que se preocupa de nosotros. El cristianismo, religión cálida, viva, el cristianismo, plena revelación de Dios, empieza allí, está todo en eso de alguna manera. Porque, al aceptar la Providencia, la Providencia de Dios, el resto deriva con una lógica propia, fácil, maravillosa.
Todo es absurdo, sería absurdo, inconcebible en el cristianismo, al negar u olvidar este dogma grande de la Providencia. Mientras, al aceptar gozosos este dogma, todo es fácil. En eso se fundamenta toda nuestra vida práctica, toda. La vida cristiana es oración; pero no se reza a un Dios orgánicamente sordo y cerrado a nuestras invocaciones. La vida cristiana es coordinación de toda nuestra acción a un fin divinamente prefijado y, más simplemente, es obediencia a Dios; eso sí que sólo se puede obedecer a un Dios que nos mande con amor. La vida cristiana es viril resignación frente al dolor; pero no se puede aceptar con resignación el dolor a no ser que venga de las manos de un padre providente y bueno.
Con su lindo nombre, con su dulce título, María, Madre de la Divina Providencia, nos guía a este punto central del cristianismo verdadero, sano, santo. Nos introduce suavemente, asiduamente en ese clima que debemos respirar si queremos que nuestra alma sea vigorosa, cristianamente fuerte. La Madre nos conduce al Padre.

San Carlos Borromeo, Obispo, patrono secundario de los Barnabitas

Memoria
El gran arzobispo de Milán debe considerarse como el segundo padre y fundador de los Barnabitas por la amistad, el aprecio y la ayuda que siempre manifestó hacia esta familia religiosa, sobre todo por su intervención calificada en la redacción y aprobación de las Constituciones en 1579. A su vez, los Barnabitas se destacaron como valiosos colaboradores y fieles discípulos en su actividad pastoral. También después de su muerte quisieron seguir sus huellas y honrar sus virtudes proclamándole patrono "secundario" de la Congregación en 1614.
  
De los "Discursos al clero" de San Carlos Borromeo, obispo.
(Pío Mauri, barnabita, S. Caroli Borromæi ad Clerum monita et incitamenta, Modoetiæ 1910, 54-58)

La Predicación de la Palabra de Dios.
Pastores de almas son los sacerdotes, y alimento de las almas es la palabra de Dios. ¿Tiene hambre el pueblo? La palabra de Dios es pan suavísimo de vida para que ustedes lo reanimen. ¿Se halla en tinieblas? La palabra de Dios es antorcha para los pies, luz para el sendero (Sl 118,105) para que dirijan sus pasos en el camino de la salvación. ¿Los enemigos lo apremian? La palabra del Señor es espada del espíritu, viva, eficaz y más cortante que espada alguna de dos filos (cfr Heb 4,12), para dispersar a los enemigos de la salvación y la verdad. ¿Languidece y está afecto de tristeza? La palabra de Dios es remedio saludable para que sanen todas sus enfermedades. ¿El pueblo padece necesidad? Es necesario recurrir a este alimento celestial; para todo es útil: a los que caen da vigor, fortalece a los débiles y levanta a los caídos. Finalmente, la palabra de Dios, como espíritu de vida, muestra la verdadera vida, la luz, la paz, el gozo, la justicia, verdad y, por tanto, al mismo Cristo.
Si alguna vez lo ponderan y piensan bien, es necesario que estén preparados para enseñar, argüir, corregir y para toda obra buena (cfr 2Tm 3,16) para transmitir "todo lo que es verdadero, noble, justo, limpio, hermoso, honrado y merece admiración y alabanza" (Fil 4,8). ¿Cómo es posible que poco se acuerden de su oficio y descuiden la predicación de la palabra? Es ella, por la que primero fue fundada la Iglesia, que Cristo encomendó a sus apóstoles y que a través de los apóstoles llegó a los obispos y éstos a los otros sacerdotes que desempeñan el oficio de edificar la Iglesia por la Palabra. Ustedes que son los "dispensadores de los misterios de Dios" (1Cor 4,1), ¿serán negligentes en la predicación de la Palabra, que es precepto de fe, espíritu de verdad y fundamento puesto por Cristo? "Conserva el depósito" (2Tm 1,15), escribe el Apóstol; conservándolo, o sea, predicándolo, ustedes a quienes se lo encomienda como a soldado de Cristo, deben usar el mayor celo. Es lo que impone la naturaleza de su oficio y requiere el cuidado de su grey, ordenan las prescripciones del Evangelio y sugieren las enseñanzas de los padres, además de necesitarlo la situación de la Iglesia. Si en la Iglesia se asoma alguna arruga, ésta debe imputarse especialmente a que la predicación de la palabra de Dios ha sido descuidada u olvidada por los que la tenían como misión.
Vean, pues, ¡qué grande es la obligación de la predicación que les es impuesta! Por amor de Cristo los exhorto y aconsejo: compensen en el futuro con todo celo y amor lo que descuidaron hasta ahora en este oficio.
Reconozcamos, pues, nuestra vocación; consideremos nuestro celo por las almas; abracemos este compromiso con seriedad; procuremos servir a las almas de palabras, con los ejemplos, exhortaciones, enseñanzas, gobierno y atento cuidado de la Iglesia. Llamen a los fieles a la mortificación, no sólo a través de nuestra conducta intachable, sino también a través de los gestos ordenados y las acciones externas, refrendadas por la modestia.

Un “yo” en entrega

“Es verdad que cuando uno debe tratar o emprender algo importante, tiene que pensarlo o meditarlo muy seriamente o, por así decirlo, debe rumiarlo cuidadosamente; pero, una vez ponderado bien el asunto por su cuenta, o pedido consejo, no debe vacilar más en poner mano en la obra, ya que lo que más se exige en la vida espiritual es la rapidez y prontitud”
(San Antonio María Zaccaria  carta 2)


    La indecisión y la incapacidad de acercarse a las reales necesidades del reino de Dios,  suelen presentar quiméricas motivaciones que muchas veces nos hacen asumir una postura pasiva ante el reino de Dios.
     San Antonio María, enseña que la irresolución es una mala hierba que impide al hombre alcanzar la cumbre de la perfección; él postula que una vez envuelto en sus cadenas, la persona no logra hacer el bien actual porque se queda muy “ocupada” mirando el venidero, a causa de ello, olvida “vivir y actuar en el presente”. Aquellos que optan por “tenerla como mascota”, son siempre inquietos, inconstantes y descontentos aun  cuando todo le va de maravilla. Pero, ¿qué hacer para no ser “rehén” de esta mala yerba? El joven Zaccaria, muy agudamente, nos hace algunas indicaciones: elevar la mente a Dios, pedir la inspiración Divina y buscar orientación con una persona que tenga madurez espiritual (SAMZ 10209).
En su camino espiritual, el cristiano debe proceder siempre con prudencia, pues nuestra realidad está marcada por ambigüedades que opacan la verdad de las cosas; no siempre es fácil descubrir cuál es el camino correcto. Sin embargo, San Antonio María alerta que “una vez ponderado bien el asunto por su cuenta, o pedido consejo, no debemos vacilar más en poner mano en la obra, ya que lo que más se exige en la vida espiritual es la rapidez y prontitud” (SAMZ 10210). En otras palabras, una vez reflexionado con seriedad, una vez contemplado el panorama global de nuestros emprendimientos y hecho un análisis profundo, es necesario salir del mundo de las ideas, sacar del papel nuestro plan de trabajo y poner mano a la obra. La praxis, iluminada por la contemplación y por el buen consejo, nos permite concretizar y dar forma a los auténticos  anhelos del corazón humano.
Grandes pensadores han señalado que el ser humano carga en su ser una realidad subjetiva que encuentra su desarrollo y su realización en un ámbito colectivo: somos un “yo” en diálogo con “tú”. En el contacto con el otro, me doy cuenta de lo que soy y de lo que no soy, me percato que mi existencia, mis derechos e incluso mis deberes tienen límites. En este sentido el ser humano puede afirmar sin titubeos: no soy un ser aislado, soy y estoy con la humanidad. Consciente de lo aludido, es de suma importancia resaltar que los logros de la humanidad son míos, son tuyos, son nuestras conquistas. Somos afectados por lo que pasa en nuestro entorno, por ende es necesario sacar los lentes del egocentrismo  y buscar otros que a lo mejor, para la ideología dominante estén obsoletos, pero sin sombra de dudas nos ayudará acercarnos a las reales necesidades del reino de Dios. Los grandes hombres y las grandes mujeres, fueron aquellos que se despojaron de la idolatría del “yo” y supieron con audacia y convicción nadar contra la corriente; a veces estar fuera de moda es la más pura expresión de la “creativa autenticidad renovadora”.    
     La falta de tiempo es una de las escusas más usadas en las comunidades “cristianas”. Logramos reservar ratos para charlar, chatear, dialogar temas estériles; somos y estamos siempre listos para hacer las cosas que nos complacen; no obstante, solemos ser tardos en contribuir al crecimiento de la comunidad.  Mirar los compromisos con Dios como algo secundario, es síntoma de que la tibieza atrapó nuestro corazón. Tal cual un cáncer, paulatinamente esta “mortífera enfermedad espiritual”, se va apoderando de todos los sitios del espíritu humano.
   Dios ama al hombre incondicionalmente y no lo hizo para que él se quede encarcelado en sí mismo. Somos invitados por nuestro Creador, a salir de nuestras comodidades e ir al encuentro de los demás, pues por naturaleza somos un “yo” en entrega.  Consecuentemente, no debemos permitir que la indecisión y las  falsas escusas nos impidan ser verdaderos amantes de Cristo, fervientes, solícitos y decididos. 

San Antonio María Zaccaria, ruega por nosotros.

Francisco M. Cavalcante Júnior
Religioso barnabita

Obispos se comprometen a acoger frutos de la II Asamblea Eclesial Nacional

Para reafirmar nuestra fe, la última jornada de la II Asamblea Eclesial Nacional comenzó con la oración de Laudes con la Virgen del Carmen, presidida por el obispo de Osorno, Mons. René Rebolledo.
Con los animados cantos y bailes del grupo de jóvenes Shalom, los cerca de 600 participantes que llegaron a Santiago provenientes de distintas partes de Chile, continuaron el trabajo haciendo una síntesis de todo el proceso vivido desde el miércoles 12 en el Centro de Peregrinos de Schoenstatt, de La Florida. Esto como parte del sexto momento de esta Asamblea, denominado “Gratitud y profesión de fe”, inspirado en la lectura del Evangelio de San Mateo, 14, 22-33, que ha acompañado el desarrollo de este encuentro de comunión y discernimiento para aportar contenidos a las Orientaciones Pastorales de la Iglesia.
El plenario de la mañana se realizó en base a dos preguntas: qué nos llevamos de esta Asamblea y a qué no mueve esta experiencia, para después presentar y entregar el trabajo de todas estas jornadas a Mons. Ricardo Ezzati y Mons. Ignacio Ducasse, presidente y secretario general de la Conferencia Episcopal de Chile, respectivamente.
Al recibir los aportes de los participantes, monseñor Ezzati señaló que los Obispos de Chile han percibido, experimentado y agradecido esta experiencia del Espíritu en estos días. Nos agradecemos mutuamente el don de estos días, dijo el Arzobispo de Santiago, quien agregó que el compromiso de la CECh y de todos como Iglesia, es hacer toda esta reflexión una tarea de discernimiento porque en ella “hemos visto el norte que el Espíritu Santo quiere imprimirle a nuestra Iglesia”.
La clausura de esta II Asamblea se realizó con una Eucaristía presidida por Mons. Ezzati. Laicos y consagrados llegaron en procesión al templo, antecedidos por la imagen de la Virgen del Carmen y renovaron su profesión de fe.
En la homilía, el arzobispo dio las gracias “por ayudarnos mutuamente a decir, con renovada esperanza, nuestro yo creo”. En este sentido, destacó que por medio de la reflexión de los signos de los tiempos, se descubrió en ellos las huellas de Dios, de su llamada y su presencia salvadora.
Junto a lo anterior, destacó la compañía de la imagen de la Virgen del Carmen a lo largo de este encuentro y manifestó que en ella también reconocemos la tarea de nuestra Iglesia: acoger al hijo de Dios para hacer saltar de gozo a nuestros hermanos y hacer presente a Jesús en nuestra patria.

Fuente: Prensa CECh

La Iglesia es una convocación de Dios para ser parte de su familia

El misterio de la Iglesia será el tema del nuevo ciclo de catequesis del Papa Francisco durante la audiencia general de los miércoles. "Un misterio -ha dicho- que todos vivimos y del que formamos parte”. El Papa, que abordará este argumento a la luz de los textos del Concilio Vaticano II, ha elegido hablar de la Iglesia como familia de Dios, partiendo de la parábola del hijo pródigo que ilustra cual es el proyecto de Dios para la humanidad.
En la catequesis el Santo Padre ha explicado que el plan de Dios es “hacer de todos nosotros la única familia de sus hijos en la que cada uno sienta su cercanía y su amor... el calor de ser familia de Dios. En este gran diseño tiene su origen la Iglesia que no es una organización nacida del acuerdo entre varias personas, sino... una obra de Dios que nace de este amor y se realiza progresivamente en la historia”.
La Iglesia, ha explicado el pontífice “nace del deseo de Dios de llamar a todas las personas a la comunión con Él, a su amistad; todavía más a participar como hijos suyos de su misma vida divina. La misma palabra "Iglesia", del griego ekklesia, significa "convocación": Dios nos convoca, nos empuja a salir del individualismo, de la tendencia a encerrarnos en nosotros mismos y nos llama a ser parte de su familia. Y esta llamada parte ya de la creación. Dios nos ha creado para que viviéramos en una relación de profunda amistad con él, e incluso cuando el pecado ha roto esta relación con Dios, con los demás y con la creación, no nos ha abandonado. Toda la historia de la salvación es la historia de Dios que busca al hombre, le ofrece su amor, lo acoge. Él llamó a Abraham para ser el padre de una multitud, ha elegido al pueblo de Israel para forjar una alianza que abraza a todas las naciones, y envió, en la plenitud de los tiempos, a su Hijo para que su designio de amor y de salvación se realizase en una nueva y eterna alianza con la humanidad”.
Cuando leemos los Evangelios, “vemos que Jesús reúne a su alrededor una pequeña comunidad que acoge su palabra, lo sigue, comparte su camino, se convierte en su familia, y con esta comunidad prepara y edifica su Iglesia”. Una Iglesia cuyo origen es “el acto supremo de amor en la Cruz, del costado traspasado de Jesús, del que brotan sangre y agua, símbolo de los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía. En la familia de Dios, y en la Iglesia, la linfa vital es el amor de Dios que se concreta en amarlo a El y en amar a los demás; a todos, sin distinción, ni medida. La Iglesia es una familia en la que se ama y se es amado”. Y esa Iglesia se manifiesta como en Pentecostés, “cuando el don del Espíritu Santo, llena el corazón de los Apóstoles y les empuja a salir y ponerse en camino para anunciar el Evangelio y difundir el amor de Dios”.
El Papa ha señalado que incluso hoy en día, “algunos dicen: "Cristo sí, la Iglesia no", como los que dicen: Yo creo en Dios, pero no en los curas. Pero es la Iglesia la que nos lleva a Cristo y a Dios: la Iglesia es la gran familia de los hijos de Dios. Por supuesto también tiene aspectos humanos y en los que la forman , pastores y fieles, hay defectos, imperfecciones y pecados; también el Papa tiene, y muchos; pero lo bonito es que cuando nos damos cuenta de ser pecadores encontramos la misericordia de Dios que perdona siempre, no os olvidéis nunca; nos perdona siempre y nos acoge en su amor de perdón y misericordia. Algunos dicen que el pecado es una ofensa a Dios pero también es una oportunidad de humillación para darnos cuenta de que hay algo mejor : la misericordia de Dios”.
“¿Cuánto amo a la Iglesia? ¿Rezo por ella? ¿Me siento parte de la familia de la Iglesia? ¿Qué hago para que sea una comunidad donde todos se sientan acogidos y comprendidos, sientan la misericordia y el amor de Dios que renueva la vida?”, ha invitado el pontífice a preguntarse a todos los presentes y ha añadido que “la fe es un don y un acto que nos afecta personalmente, pero Dios nos llama a vivir nuestra fe juntos, como una familia, como la Iglesia”.
“Pidamos al Señor de una manera especial en este Año de la Fe que nuestras comunidades, toda la Iglesia sean cada vez más verdaderas familias que viven el calor de Dios y lo transmiten a los demás”, ha concluido el Santo Padre.

Fuente: Servicio Informativo Vaticano

Dios y hombre


Tras el deseo de conducir la humanidad a su plenitud, Dios movido por un acto de amor libre de cualquier coacción se revela al mundo. Sin embargo, la omnipotencia de Dios transciende las capacidades cognitivas del ser humano, por ello el Creador con el afán de entablar una comunicación fecunda con la humanidad recurre a los signos sacramentales y elementos  existentes en nuestra realidad, como por ejemplo el agua, para enseñar que la existencia humana no encuentra su sentido en sí misma, sino en Aquel que le otorgó el don de la vida.
Existe una dicotomía que gira en torno a la simbología del agua para muchas culturas; la misma es símbolo de muerte (caos), sin embargo, es también signo de vida. En el contexto litúrgico bautismal el agua es figura de vida, purificación, santificación. No obstante, es de suma importancia resaltar que tales atributos se dan a causa de la acción del Espíritu Santo en la materia, pues los elementos creacionales no poseen poder salvífico por su sola fuerza, antes bien, su eficacia está solidificada en la acción salvífica de Dios en los mismos. En base a lo aludido, es posible sostener que en la acción epiclética hay un movimiento descendiente – Dios que colma el hombre con Su gracia – y ascendiente – la respuesta libre del hombre. En esta sinergia - encuentro entre hombre y Dios – se revela una vez más el carácter existencial de los sacramento y del culto al Creador; el ser humano en su totalidad – cuerpo, alma, espíritu - es alentado a responder con su vida al llamado de Aquel que le dio el don de la vida. El carácter existencial de los sacramentos y del culto reside en el insistente precepto de que el ser humano rinde culto al Transcendente con su vida – nuestros actos se hacen dignos de ser considerados culto a Dios cuando, modelados a la manera del Crucificado vivo, nos llevan a la búsqueda de una vida santa.  
La invocación del Espíritu Santo sobre los signos refleja un acto de consagración; es cierto que toda la creación es obra de Dios, pero a partir del gesto epliclético el agua pasa a un nivel de pertenencia “especial”. La forma y la sustancia de la materia no cambian, pues sigue teniendo los mismos atributos de antes: moléculas de oxígeno, hidrogeno. Los cambios van más allá de lo que nuestros sentidos pueden retener. El sacerdote pide al Padre Celestial que envíe el Espíritu Santo para que a causa de la acción transformadora del mismo, transforme la materia en signos eficaces de salvación para la humanidad. Tal súplica se da a través  del acto Trinitario: el sacerdote ruega a Dios Padre que por la gracia de su Hijo envíe el Espíritu Santo sobre los dones.
Los frutos de los signos conllevan la finalidad de hacer que el ser humano experimente en Cristo un nuevo nacimiento, llevándolo gradualmente a la toma de conciencia de su dignidad: ser imagen y semejanza de su Creador. El ser humano es imagen en el sentido que Dios se hace presente en él  – es imagen que representa lo “Imaginado” y su capacidad de amar es una confirmación de ello. Dicho de otra manera, antagónicamente a las culturas paganas que postulaban que sus dioses habitaban en las imágenes – estatuas – que ellos construían, el Dios de Jesucristo demuestra que el ser humano siendo Su representante, es imagen Suya – Él habita en su pueblo. La humanidad no es igual, no es una deidad omnipotente, no es en sí misma, sino  es semejante a Aquel que le otorgó la vida y a través de actos virtuosos puede subrayar y reafirmar tal similitud por medio de un camino paulatino de santificación.  Su dignidad reside en el hecho de que, en cuanto creatura, es creado a imagen y semejanza de su Artífice y como tal es exhortado a ser administrador de la creación, es decir ser señor de la misma. El sentido auténtico de este señorío no está plasmado al estilo de los parámetros culturales hodiernos – marcado por la opresión, egoísmo, destrucción-, más sí al estilo de Dios: empapado de cuidado movido por un amor misericordioso.
El contexto litúrgico bautismal está vinculado al misterio de Cristo y, a causa de ello, es un evento indudablemente trinitario. La misma Deidad que libertó a los israelitas de la servidumbre de Egipto es el Padre que posibilita que Su Logos se haga carne, y tras un proceso de encarnación eficaz, otorgó la posibilidad  de que Él habitara en medio a un pueblo específico, aprendiera en un seno familiar a expresarse de acuerdo a los parámetros culturales locales, para que desde una comunidad específica pudiera conducir toda a la humanidad hacia un proceso gradual de plenificación. Este mismo Logos encarnado, después de mantener y conducir Su mensaje hasta el extremo, muere en la cruz culminando su donación redentora-universal. Él no deja la comunidad sola, envía el Espíritu Santo para marcar una nueva forma de presencia. La “novedosa” presencia neonatológica es marcada por un carácter sacramental: Cristo ahora se hace presente en la Eucaristía, en la comunidad congregada, en la Palabra, en el Sacerdote. Los discípulos, bajo la moción del Espíritu, son llamados a llevar al mundo a Cristo instruyéndoles y siendo testigos vivos de su mensaje.
Es de suma importancia resaltar que el Dios cristiano que irrumpe en la historia de la humanidad es uno y trino;  son tres personas distintas que poseen una misma naturaleza, son unidad en el amor. En otros términos, el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo son un solo Dios, pero no son una sola persona. El Padre sin origen engendra al Hijo fuera del tiempo y espacio, el Hijo recibe todo su ser y condición filial del Padre - esta relación denota una vida íntima que presupone la preexistencia del Logos, el Espíritu Santo procediendo de la Primera y de la Segunda persona trinitaria, es el portador del amor del Padre con el Hijo[1]. Por lo tanto, son tres personas distintas en una misma naturaleza que acompañan al hombre en su recorrido. Las tres Personas Trinitarias siempre actúan trinitariamente y nunca aisladamente, cada una de las Personas debe recibir la misma adoración y gloria. Adorar al Dios uno y trino es rendir culto a tres personas distintas, que son poseedoras de una única naturaleza e igualdad de dignidad[2].   
La misión de dar continuidad a la obra de la alianza sellada en la cruz conlleva el mandato de Jesús que vincula anuncio y bautismo Mc 16, 15-16. Por la predicación la comunidad alimenta su ser como las enseñanzas de vida eterna, por el bautismo el neófito además de hacerse miembro efectivo de la comunidad, recibe la gracia de ser hijo de Dios. Tal filiación se da en el sentido que recibiendo el sacramento adhiere a Dios libremente. El bautismo nos hace hijos de Dios en la medida en que estamos dispuestos a acogerlo como Padre. La diferencia está en la disposición personal del hombre, pues éste tiene la posibilidad de aceptar o rechazar esta gracia, en cambio Dios siempre está dispuesto a concederla a quien la desee.  En este sentido hay una diferencia colosal en recibir y acoger la gracia. Por el bautismo somos injertados en el misterio pascual de Cristo, morimos con Él, somos sepultados con Él y resucitamos con Él (SC 6).
Francisco Cavalcante Junior

Referencia:
CONCILIO VATICANO II, Sacrosanctum Concilium, San Pablo, Bogotá  2006.
BIBLIA DE JERUSALÉN. Nueva edición revisada y aumentada. Desclée de Brower,      
       1998.
BEINERT, Wolfgang, Diccionario de teología dogmática, Herder, Barcelona 1990.
Misal Romano, Chile, 2000.


[1]  BREUNING W, Trinidad en: (BEINERT, Wolfgang; Diccionario de teología dogmática, Herder, Barcelona, 1990, p. 723, 724).
[2]  Misal Romano, 2000 p.1048.

P. Francisco Javier, nuevo sacerdote barnabita


El sábado 11 de mayo de 2013 mons. Pedro Ossandón, Obispo auxiliar de Santiago presidió la ceremonia de Ordenación Sacerdotal de Francisco Javier M. Ibacache Rivas.
Presentes la mayoría de los religiosos barnabitas de la Provincia, sus familiares razonablemente conmovidos y una marea de feligreses, muchos de ellos destinatarios desde varios años de la generosa disponibilidad de Pancho en cuanto servicio pastoral o espiritual les fuera necesario y de su espontánea y sincera amistad.
P. Francisco Javier celebró la Primera Misa el domingo 12 en la Capilla San Pablo, cuna de su formación inicial, de su discernimiento vocacional y de sus iniciales servicios apostólicos.
Es para la Provincia y para la Casa de Formación un momento de auténtica alegría y gratitud y deseamos al nuevo ordenado todas las gracias que el Dueño de la mies otorga a sus generosos colaboradores.

Una vida religiosa actual por coherente


Indicaciones espirituales y carismáticas útiles para el desempeño de los formadores y para la perspectiva de la vitalidad de la vida religiosa y su aportación al ministerio eclesial
En este ámbito nos cooperaron tres expertos, y presentamos la síntesis de sus colaboraciones, realmente muy estimulantes, que podrán ayudar a los formadores en su tarea y a todos los religiosos en la identificación con el camino de crecimiento de nuestra espiritualidad.

LA RENOVACIÓN DE LA VIDA CONSAGRADA

¿Cuál Vida Consagrada tiene futuro? ¿Cuál Vida Consagrada merece futuro?
Como enfrentar espiritualmente la situación de crisis y de esperanza de la Vida Consagrada hoy.
¿Sobre cuales rasgos insistir siempre, pero especialmente en el período de formación inicial, para que nuestra Vida Consagrada tenga un sentido también hoy?

Lectura: Jn 13,19; 14,27.29; 15,15-20; 16,4.33; Mt 4,31.

1) Estamos en un cruce. “Crisis”, una realidad ambivalente, pero no necesariamente negativa.

2) En esta situación, ¿cómo evoluciona la Vida Consagrada? Características de la Vida Consagrada que brota desde bastante tiempo ya en la Iglesia.
2.1- En el mundo occidental,
2.2- En el mundo ex-comunista,
2.3- En el tercer mundo.

3) Los rasgos de la Vida Consagrada sobre los que insistir porque tienen sin duda un futuro. Para cuál futuro debemos prepararnos y cómo.
3.1- No hay vuelta atrás. Lo nuevo ya está entre nosotros.
3.2- El gran peligro hoy: no tanto la baja numérica, sino la mediocridad.
3.3- La responsabilidad mutua.
3.4- La actitud correcta ante las dificultades actuales.
3.5- Ampliar los horizontes.
3.6- La llamada “ars moriendi carismatica”.


DEL CARISMA DE LOS FUNDADORES A LA HERMENÉUTICA DE SUS TEXTOS

1. Premisa.
            El carisma del fundador es un punto de referencia importante en nuestras comunidades. Del recelo al entusiasmo y la asimilación.
            Definir una aproximación teológica, para facilitar, después, la lectura de los fundadores.

2. Aproximación teológica.
Progresión temática. Desde los documentos conciliares Lumen gentium y Perfectae caritatis se bosqueja una descripción de la vida consagrada como carisma. Evangelica testificatio usa la expresión “carisma de los fundadores”.
            Indicación esencial del Magisterio (MuR 11):
Experiencia del Espíritu.
Insertada en una historia.
Abierta al futuro.
El carisma del fundador es un don sobrenatural perteneciente al dinamismo de la gracia. Su energía procede del Espíritu y forja una identidad.
Esta acción del Espíritu requiere mediaciones de personas y circunstancias.
Configura a Cristo para el servicio del evangelio en favor del mundo.
Posee una tensión totalizante (no se limita, pues, a la espiritualidad y/o misión específica) que constituye la armonía vocacional.
            El carisma del fundador trae una carga de novedad emprendedora. Conoce la incomprensión y soporta la cruz (MR 12).
            Dimensión personal y colectivo-comunitaria. Los Fundadores no pretenden la exclusividad del don, pero desean comunicarlo.
            La primera comunidad nace en la conciencia de compartir el mismo don del Espíritu. La comunidad posteriormente desarrollará la mediación primera realizada por el Fundador.
            Engendra una tradición viva. La única sana; no necesita de conservantes artificiales.
            Aún no se ha dicho todo. En la memoria del don la garantía del futuro. El conjunto del instituto involucrado en el redescubrimiento y traducción.
El Espíritu opera en los cohermanos por la cohesión de la comunidad y el testimonio de la renovación (MuR 12).

3. Lectura.
            «Aggiornamento» significa traer al hoy. Volver a interpretar los orígenes de manera que sean significativos para el hoy.
            “ En la dimensión del carisma convergen, finalmente, todos los demás aspectos, como en una síntesis “. VC 71.
            El carisma conoce una evolución desde el fundador al Instituto. Un código genético que se desenvuelve.

3.1. Métodos.
En el estudio del carisma se pueden aplicar tres métodos: histórico, existencial y hermenéutico.
El método histórico estudia los comienzos, intentando reconstruirlos con precisión.
El método experiencial descubre el carisma sobre la base de la percepción que tienen de él los actuales miembros del Instituto.
El método hermenéutico mira a la situación original en modo proyectivo y evolutivo.
Permite incluso valorar lo que no estaba en un primer momento, pero posteriormente se ha agregado con trascendencia decisiva.
Un ícono de la hermenéutica sería el episodio de los discípulos de Emaus.
Queremos recuperar los elementos del carisma deculturándolos, para poder en seguida inculturar el carisma en contextos nuevos.

3.2. Proceso hermenéutico.
Como exigencia previa es necesario averiguar las fuentes. Ellas son la posibilidad concreta de acceder al fundador.

3.2.1. Búsqueda.
Este cometido obedece a tres imperativos:
Primero: Buscar. Hay datos, mientras no se demuestre lo contrario.
Segundo: Comunicar. No basta la acumulación reservada, se requiere el intercambio que multiplica las potencialidades del hallazgo y evita la manipulación de las fuentes. Peligro del «especialista» especialmente si exclusivo que termina por desvirtuar.
Seguir buscando: De lo que ya se tiene se abren nuevas posibilidades.

3.2.2. Documentos.
Medio usual (ya se agregan diversos tipos de grabación sonoras y visivas) con los que se transmiten la experiencia del fundador. Observar la jerarquía que existe entre ellos.
            Autobiografía y escritos autobiográficos, Regla, discursos a los miembros del Instituto, cartas, otros escritos.
            Actos de los Capítulos Generales, circulares de los Superiores Generales.
            Individuar acuciosamente los textos. Es necesario que el texto elegido sea atinente, coincidente y pertinente. Examinar su estructura y genero literario. Preguntarse sobre su originalidad o dependencia de otras fuentes.

3.2.3. Hechos.
El verdadero lugar teológico es la vivencia. Los hechos deben registrarse con precisión y ubicarse en un cuadro total. Debemos estar atentos a las evidencias excesivas y engañosas. Descubrir los silencios, la verdad, humanidad y variedad de las persona. Enfrentar incluso lo negativo y equívoco.

3.2.4. Evaluación.
Concentrada en lo esencial y ponderando la repetición.

3.2.5. Interpretación.
Hay dos tipos de aproximación hermenéutica: racional-analítica; intuitivo-sintética. Se llaman una a la otra.
            Racional-analítica. Distingue diversos niveles en la persona y la experiencia del fundador.
            Intuitivo-sintética. Recorre el camino genético del fundador.
            Para garantizar el proceso hermenéutico, hay que observar algunas leyes.
1ª ley: Autonomía del objeto. El carisma es consistente, precede la interpretación.
2ª ley: Globalidad del objeto. A) Cada detalle debe ser comprendido en el conjunto y el conjunto en los detalles. B) El diálogo con el fundador requiere ese con la tradición de sus intérpretes.
Estas dos leyes se refieren al objeto.
3ª ley: Actualidad del comprender. Consciencia de su propia subjetividad: sentimientos, ideas, situaciones.
4ª ley: Coherencia hermenéutica. Estar a la altura del objeto que hay que interpretar.
Estas dos leyes se refieren al sujeto.
Por ende, la hermenéutica parte de un realismo liberado de los lugares comunes recurrentes en la literatura edificante. Garantiza el respeto y la coherencia de la figura que hemos redescubierto. Exige nuestra correspondencia.

3.2.6. Sujeto y ámbito.
El sujeto llamado a realizar la hermenéutica del carisma es la comunidad.
En la coherencia hermenéutica. Se necesita una comunidad espiritual, verdaderamente evangélica y religiosa.
            Es necesario encontrar lugares de comunicación. No sólo hechos, compartir la vida.

3.2.7. Perspectiva.
Sin pretender una síntesis conclusiva, hacer aparecer la dimensión de totalidad. Contexto interpretativo: el ambiente eclesial. Nuestro carisma es un aspecto del misterio de la Iglesia y no podemos entenderlo fuera de la vinculación con los otros.
            Incluso toda la humanidad es ámbito de interpretación. Con experiencias que preceden las nuestras y expectativas que nos interrogan.

4. Imágenes conclusivas.
Señales carreteras. Nos envía al Evangelio.
Un río. Desemboca en el mar de la Iglesia.
El jardín de las mil flores.


Un último aporte se refirió a la Psicología de la vida consagrada, especialmente indicativa de la necesaria madurez humana y espiritual para permitir un crecimiento armónico del mismo consagrado, una vivencia fiel de sus compromisos y el despliegue de un servicio pastoral realmente salvador y eclesial.
            Esta contribución es de suyo más compleja y podrá ser objeto de alguna profundización mayor a lo largo del año.

Referencia: www.barnabitas.cl